sábado, 25 de julio de 2015

Taxi-girls en Barcelona

       Dos taxi-girls derrengadas al final de la jornada. La Voz de Madrid, 1934,  en una serie de reportajes de Francisco  Madrid sobre la                           prostitución en Barcelona. Sin mención de local ni fotógrafo. 



En una serie de reportajes  sobre la prostitución y los explotadores de mujeres que publicó La Voz de Madrid en 1934, Francisco Madrid explicaba como empezó la moda de los bal musete y las taxi-girls en Barcelona. Taxi-girl era a lo que se dedicaba la mujer de la canción Dancing for Money de  Tina Turner, poniendo  mucho sentimiento y mucha pena a lo que era una actividad que en Barcelona bordeaba la prostitución pero que no siempre llegaba a tanto.

Las taxi-girls eran chicas que bailaban por dinero en unas salas que se conocían como bal musete.  Las taxi-girls también eran llamadas tanguistas o entrenadoras de academias de baile.  El varón al entrar en la sala compraba una serie de tickets cada uno de los cuales le daba derecho a bailar una pieza con la chica que escogiese. Al final de la jornada, los tickets recaudados por cada chica se le abonaban por la mitad de lo que le había costado el ticket al cliente. La otra mitad era para la sala de fiestas.  Oficinistas, empleadas de los mercados, modistillas, chicas monas con problemas de numerario en su casa completaban sus ingresos mediante esta actividad. El empresario no tenía el menor inconveniente en contratar a alguien que no tuviese la menor idea de bailar mientras fuese atractiva.  Algunas veces, el baile era la antesala para otro tipo de actividades. 


                                      La Rambla, 1932. Caricatura de un grupo de taxi-girls por Bas Bofill


                                            Taxi-girl recibiendo su ticket. !933 (Fot. Casas i Galobardes) 



Cuenta en esos reportajes Francisco Madrid, que el primero que se inauguró, a principios de los años treinta  estaba en la calle Barbará y se llamaba Bal Musete.  Por los anuncios de la prensa de la época sabemos que estaba en el número 7 de la calle.  El industrial que inauguró la nueva modalidad de negocio se inspiró en una actividad similar que   se había impuesto en los ambientes canallas de Paris.  Brassaï, el fotógrafo húngaro afincado en Paris que retrató los bajos fondos de la ciudad francesa en los años treinta, tiene varias fotografías de los bal musette parisinos.


                                                              Papitu, marzo 1934.

                                                Descripción del Bal Muset de la calle Barbara por Francisco Madrid. 




El periodista Lladó Figueres, en un extenso artículo que publicó Ultima Hora en 1935,  adelantaba en varios años el inicio del fenómeno que Francisco Madrid había establecido a principios de los treinta.
Lladó  señalaba como lugar y momento auroral del baile por ticket,  un principal de un edificio de la calle Cotoners  regido por la sociedad "La Palma del Norte", donde a mediados de los años veinte un profesor de danza instaló una academia de baile. Un piano desgranaba las notas de tangos y pasodobles mientras muchachas del barrio accedían a bailar con quienes habían adquirido los tickets que les daban derecho a ser iniciados por las jovenes en los pasos de baile.

La academia tuvo éxito y al poco tiempo del inicio de la nueva modalidad de aprendizaje, el empresario del Iris-Park en la calle Valencia abrió una sala en las instalaciones del complejo, con una operativa similar a la academia de la calle Cotoners, aunque más elaborada. Para los tímidos se instalaron biombos que les permitían bailar fuera de las miradas de los demás. Incluso en casos extremos,  cuando al comprador de tickets no reunía la suficiente fortaleza de ánimo para pedirle a una bailarina que accediese a evolucionar con él, el profesor que vigilaba que los movimientos de los bailarines se fueran aproximando a los  pasos de baile básicos  se hacía cargo del joven y formaban pareja.

Da la impresión de tratarse de una modalidad  inocente  donde los varones acudían para aprender a bailar.
Las academias de baile adquirieron un auge notable y  en pocos años se abrieron academias de baile por toda Barcelona.  
Una fase posterior consistió en que de las academias, los bailes por ticket saltaron a los dancings, cabarets y a la mayoría de salas de espectáculo. Es el periodo que describe Francisco Madrid y es donde hay que ubicar el Bal Musete de la calle Barbará.



                                    Dibujos de Arteche que ilustran el artículo de Lladó Figueres en Última Hora


Cientos de chicas bailaban en estos antros hasta quedar desfallecidas.  La orquesta atacaba una pieza musical, los varones invitaban a la chica que les caía en gracia y durante dos o tres minutos procuraban rozarse con ella. Tras un descanso de pocos segundos, lo justo para recomponer las parejas de baile, la orquesta atacaba de nuevo.  Una buena jornada laboral era el resultado de hasta 80 bailes.




    Taxi-girls en local desconocido. En la pared, anuncio de una pañería en la calle Salmerón, ahora  Gran de Gracia (Fot. Casas i Galobardes). 


La innovación tuvo éxito, hasta el punto de que la mayoría de cabarets y salas de espectáculo dedicaron unas horas al bal musete. 

     Papitu. Noviembre 1935. Página de anuncios de salas de espectáculo. La mayoría de las salas incluye unas horas para el           baile con ticketts. 



Pocas veces conoceremos el nombre de las chicas que se dedican a estas actividades. Solo cuando algún episodio trágico o curioso lleva a la prensa a interesarse por ellas.

He encontrado dos casos donde aparece el nombre de la taxi-girl.


Uno de ellos es el famoso de Maria Sacramento Martínez, una tanguista de La Buena Sombra en la calle Ginjol que en octubre de 1934 mató de un disparo al chulo, al macró,  que la explotaba. La chica era agradable y  se ocupó de su defensa  Juandó, un abogado de ERC promovido a secretario de la Audiencia Provincial de Barcelona durante la guerra.  Fuese por la habilidad dialéctica de Juandó, por la favorable impresión que causó María en el jurado, por la campaña de prensa a su favor o por una mezcla de todos estos factores, María resultó absuelta.

                                          María Sacramento durante el juicio. Noviembre 1935. 

                                                       María Sacramento y el abogado Juandó.


                      Taxi-girls en La Buena Sombra, el local donde trabajaba María Sacramento (Fot. Casas i Galobardes).


El otro caso es de una taxi-girl del cabaret Mónaco dentro de la fábrica del teatro Principal, allí donde con el tiempo se abriría la Cúpula Venus.  Teresita Ribo, que así se llamaba la joven,  en diciembre de 1934 tuvo sus preceptivos quince minutos de gloria.

Un hombre que la vio  bailar en el cabaret la confundió con su mujer de nombre Antonia Lopez  de quien hacía un tiempo que no sabía nada por haberse separado.  El sujeto, encontrada su Antonia bajo la figura de una hermosa cabaretista, pugnaba por arrastrarla al hotel más cercano y hacer valer sus derechos de casado.  Teresita juraba y perjuraba  que no había  visto en su vida al sujeto,   cuanto más haberse casado con él, y que su nombre era Teresita y no Antonia.   

Tuvo que intervenir la autoridad que condujo a ambos delante del juez.  Teresita presentó a varios testigos, sus compañeras en el cabaret, su madre, conocidos de donde vivían Teresita y su madre.   El juez resolvió que Teresita era Teresita.  Tuvo mucha importancia en la resolución del pleito  que inesperadamente apareciese Antonia López  en la sala donde se resolvía la naturaleza real de Teresita. Antonia explicó su vida y la de su marido y se manifestó en el sentido que de ningún modo pensaba volver a hacer vida marital con el que aún era su cónyuge.

Un fotógrafo, Centelles, consiguió una instantánea de Teresita acompañada por su madre dirigiéndose al juzgado. Gruesa, roqueña, lúcida, con un punto de ironía en la mirada. Toda una señora madre.





·En el barrio chino, en la zona del Paralelo, el bal musete se mimetizaba con el entorno. Era una de las tantas ofertas donde entraban en contacto una chica agraciada con un varón con un poco de dinero en el bolsillo.  En no todos los lugares  donde se instaló un bal musete se dió  la simbiosis ni  hubo esa tolerancia del vecindario con la nueva modalidad de diversión.  Hay una noticia de un Salón Eva dedicado a lo que la noticia de prensa llama baile a boleto que fue destrozado por doscientos o trescientos estudiantes de la cercana Universidad Industrial, indignados por la apertura de un cabaret en las proximidades de su centro de estudio. 


                                                                El Diluvio - 3 de diciembre de 1933




El  bal musete atraviesa los años y llega hasta el inicio de la guerra civil. Tras una primera etapa en la que se cierran las academias de baile y varios cientos de tanguistas pierden su medio de subsistencia, se vuelven a abrir los cabarets con las jóvenes sindicadas. El Sindicato del Espectáculo de la UGT crea una sección de Entrenadoras que es como se llamarán a partir de entonces las taxi-girls. No se trata tan solo, ni sobre todo, de un cambio de nombre. Las sindicadas tienen reconocido un jornal y termina el miedo a las represalias a que daba lugar en el cabaret que una chica no quisiera bailar con determinadas personas, por repulsión física, por un sobeo más descarado de lo usual, por muchas razones.
                                                      Revista Crónica. Noviembre de 1936.

sábado, 18 de julio de 2015

Excurso I: 1937. Elena Garro y Octavio Paz en las Ramblas de Barcelona.

Elena Garro y Octavio Paz paseando por las Ramblas de Barcelona durante el viaje que hicieron a España en 1937 para asistir al Congreso de Intelectuales Antifascistas que se celebró en Valencia.

Elena Garro era en aquellos días una jovencíta de 17 años que acababa de casarse con Octavio Paz. No le interesaban en lo más mínimo las diferencias entre los distintos grupos de izquierda que pugnaban por la hegemonía política, ni en sus impresiones sobre lo que veía se filtraba el menor atisbo de prejuicio ideológico ni cultural. Sus memorias sobre el viaje a la España de 1937 son de lo más fresco que se puede leer de la España en guerra. Y su definición de la Sagrada Familia de Gaudi como un Walt Disney de mal gusto bastante atinada.





sábado, 11 de julio de 2015

El Portal de Santa Madrona.



                   Portal de Santa Madrona entre Cal Manco y el convento de Santa Mónica. Revista Nuevo Mundo. 1927.

                                                                   Opisso, 1927:  Portal de Santa Madrona. 

                          Años treinta.   Portal de Santa Madrona una vez derribado el cuartel de Atarazanas. 


Arribarían al puerto de Barcelona  barcos de  otros países repletos de marineros como hoy llegan los aviones al aeropuerto del Prat llenos de los nietos de esos marineros.  Y en ambos casos, en una línea que no ha quebrado  el paso de las generaciones, en busca de sexo, alcohol y otras drogas baratas. 

Sería el Portal de Santa Madrona su particular línea de playa, erizada de  tanguistas que no les bailarían el hula hula  pero que no tendrían el menor inconveniente en restregar con ellos  su almeja  mientras hubiera dinero para pagar la fiesta.   Los más instruidos se permitirían un espectáculo de flamenco  en el caso de que las bailaoras al terminar la música  manifestaran su amabilidad acostándose con el marinero.  En las tabernas  de la zona coincidirían  con los obreros del puerto,  los dependientes de las tiendas del Eixample  y los reclutas del cuartel de Atarazanas en un particular melting pot que se comunicaría  a través de  golpes y  risas de beodo.

Desde el Portal de Santa Madrona se adentrarían en el Barrio Chino y alguno recalaría en los locales de la calle del Cid y Perecamps para petarle el culo a un muchachito vestido de mujer. Era el turismo de la época y el barrio chino el mayor reclamo de la ciudad. 


En 1933, unas maniobras de la marina de guerra francesa  con base en Toulon  depositan  4.000 marinos en  Barcelona que,   al igual que veinte años más tarde hará la VI Flota de los Estados Unidos, invaden los barrios bajos de la ciudad. 

Un reportaje de  Bartrina en la revista Mirador  nos ofrece unas fotografías de los marinos franceses  confraternizando con las chicas de un local de Portal de Santa Madrona del que no da el nombre. Puede ser el Gambrinus, Las Leandras, el Red Lion, en todos ellos había baile con tanguistas (fotos Torrents y Barnapress). 








De aquel Portal de Santa Madrona no queda ya nada salvo los edificios de valor histórico que  ha conservado la ciudad: el convento  de Santa Mónica y las Reales Atarazanas.  Todo el resto desapareció.  Las bombas franquistas, la apertura de la avenida Atarazanas al centro del distrito V y la expropiación de  edificios para construir el rascacielos de Atarazanas y  varias sedes  de la administración pública,  arrasaron con todo lo que era anterior a los años cuarenta.     Cayó el cuartel de Atarazanas por la acción de la piqueta en 1935 y al desaparecer una de las principales fuentes de ingreso de los bares de la calle se fue despoblando la misma.  Las bombas y los planes urbanísticos  buscando  mejorar las condiciones de salubridad del barrio hicieron el resto.

Recordemos hasta donde sabemos, que no es demasiado,  cuales  eran los locales de la calle. 

El Portal de Santa Madrona,  ocioso es decir lo que todos conocen  pero de algún modo  hay que empezar,  comunicaba la Rambla de Santa Mónica con el Paralelo. Era una avenida ancha y recta en la parte que comunicaba con las Ramblas y se incurvaba en forma de hoz al llegar a lo que ahora es el Museo Marítimo. Por el lado que daba al puerto  cubría toda la calle  el cuartel de Atarazanas,  derribado en 1935, y la Reales Atarazanas que ahora albergan el Museo Marítimo.   Ya queda  dicho y  nos olvidamos  de esta acera.  La otra acera tenía tres partes diferenciadas.  
En la  más cercana a las Ramblas, cabe el convento de Santa Mónica y hasta llegar a la calle Montserrat, estaba  el mercado de libros de ocasión.  Alguna visita recibiría de las gentes del mar  ya que en  no pocas  paradas y con la discreción que requería  el manejo  de una industria ilegal, se vendían ilustraciones pornográficas. 

                                                                         Frederic Ballell

 
 
Branguli
 
 

 
Frederic Ballell. 1915. AFB
 
 
 
 
 
1931. Autor desconocido. Vista aérea, casi cenital, de la parte del Portal de Santa Madrona aledaño a las Ramblas. A nuestra izquierda aparece el caserón que fue en tiempos convento de Santa Mónica y que tras la desamortización tuvo un uso variado: rectoría de la iglesia de Sant Josep y Santa Mónica, dependencias de la administración militar, locales de la Cruz Roja. A la derecha, el cuartel militar de Atarazanas derribado en 1935. 

 
 
 
 
 
Si bien no tienen la menor relación con nuestra entrada, incluyo dos fotos del patio del antiguo convento de Santa Mónica,  tomadas por Branguli en los años treinta y centradas en la fuente del patio. Las encuentro en el ANC y no las había visto con anterioridad en otros blogs o webs. Para constancia histórica de la fuente y tal.
 
 

 
 
 

Desde la calle Montserrat y hasta la desembocadura de la calle de la Mina se extendía la acera del Portal de Santa Madrona que buscaban los marineros.  En la mayoría de edificios, la fachada que daba a la calle era de dos plantas,  y el resto del edificio  con otras tres plantas quedaba retirado de la  fachada permitiendo un terrado.

Haciendo esquina con la calle de Montserrat, en el número 6 de la calle estaba el Antic Gambrinus. Gambrinus ha sido un nombre que han usado varios locales de Barcelona.  Lo que empezó  siendo una  referencia a la cerveza que se expendía en los locales con dicho nombre, Gambrinus es el dios de la cerveza germánico, en  los años sesenta del pasado siglo pasó a ser el nombre de un local de travestis de la calle Guardia,  para terminar dando  nombre a aquella  cosa que puso Mariscal en el Paseo de Colón. 




En el Portal de Santa Madrona no solo se vendió cerveza, también se fabricó.  Una de las fábricas  fue la de Moritz,  en el número 28, allí  donde la calle gira  siguiendo la línea de la muralla de Atarazanas y va al encuentro del Paralelo.  Es el mismo  Moritz que más tarde saltará a la Ronda San Antonio.    

El Antic Gambrinus con los años pasaría de ser una cervecería a un dancing dedicado a lo mismo  que la mayoría de los establecimientos de ocio de la calle, sacarle el dinero a los transeúntes proporcionando   sexo mercenario. 

La última noticia que conozco del Antic Gambrinus atañe a un miliciano  que en abril de 1937, procedente del frente,  entra en el local  en estado de embriaguez. Sus compañeros intentan desarmarle con tan mala fortuna que el miliciano, molesto, lanza una bomba de mano en el local.  Resultaron heridas siete personas a las que hubo que atender en el dispensario de la calle de Barbará. Dos de ellas, heridas de gravedad pasaron al Hospital Clínico. A las pocas semanas, el tribunal popular que juzga el caso, dicta una sentencia de absolución para el miliciano. Por la misma conocemos el nombre del miliciano, José Farah Clará, y el de su abogado defensor, Eduardo Barriobero, lo que hace suponer que Farah debía de estar afiliado a la CNT. Eduardo Barriobero político republicano siempre simpatizó con la CNT y llegó a estar propuesto por García Oliver, en su condición de Ministro de Justicia, como Fiscal General de la República a lo que se opuso Azaña que vetó el nombramiento.

                                                                 Esquella de la Torratxa 1932

 En el mismo edificio, en las plantas superiores se encontraba el afamado meublé  Mont d’Or, que tenía una sucursal, el meublé Verdura, en  la calle Barbara. 

                                                                        Papitu 1935

En el número 6 estaba también la vivienda de uno de los hombres ilustres del barrio chino,  José Marquez Soria, mucho más conocido como Pepe el de la Criolla. Encargado que fue del local de la calle del Cid hasta que en 1936 decide instalarse por su cuenta y abre una sala de espectáculos  en la calle de las Tapias que bautizará  como Barcelona de Noche. En abril de 1936 al regresar a su domicilio tras el cierre de la sala de fiestas es tiroteado en la entrada del edificio y muere.  Nunca se supo quien disparó y que cuenta se saldaba con la muerte. A los pocos días del asesinato, el juzgado que lleva el sumario por la muerte de los hermanos Badia, ya saben, el capitán Collons,  cita a declarar a personas que podrían estar relacionadas con la muerte de Pepe el de la Criolla, lo que desde entonces  ha dado pie para relacionar ambas muertes. Pepe el de La Criolla, para los amantes de las hipótesis del tipo cherchez la femme,  habría sido confidente de la policía de la Generalitat y habría proporcionado información sobre algunas cupletistas relacionadas con el entorno de los hermanos Badia. O no.  A saber. 

                              Portal de Santa Madrona 6-8 tras cuya puerta fue muerto Pepe el de La Criolla. Cronica, mayo 1936

                                     Orificios de bala en la puerta de la casa de Pepe el de La Criolla. Crónica 1936


El número 8 albergaba la acreditada tienda de gomas La Alemana. Venta al detall y por gruesas. También los había lavables. Sería que la industria del preservativo adelantándose a la época ya estaba en lo del reciclado.



Número 8. Salón de billares de Ramón Cunill (1934).

Número 8. Café  París. Conocemos su existencia por una multa que le cae en 1927 por diversas infracciones que no se especifican.
 

Número 10.  Bar Las Leandras. Dancing,  Taxi girls. El paraíso del marinero o algo así. Uno de tantos lugares donde convergen los pistoleros de la FAI con las prostitutas del chino.
En el mismo edificio y en el mismo año de 1934, Bar Las Sirenas, un nombre que ya encierra toda una declaración de actividades.

                                                               La Publicidad. Abril de 1934


Antes de llegar a la calle Mediodia, los Encantes del Barrio Chino,  una tienda de zapatos en el número 14, aparecen en la historia por haber muerto Ascaso  a su puerta durante el asedio de los anarquistas al cuartel de Atarazanas en las jornadas de julio de 1936.

                                                           Perez de Rozas. ANC.  


                                      Perez de Rozas. ANC. Milicianos franceses homenajeando a Ascaso.

En el mismo número 14 y haciendo esquina con la calle Mediodia, el Red Lion en los años treinta, antes Bar Mundial. Con habitaciones en el piso superior.


 

                                                                         Red Lion

                                                                                

                                                                  Red Lion. La Campana de Gracia 1934


                                                                                       Bar Mundial


Pasada la calle del Mediodía y entre esta calle y la de Perecamps, hay dos locales que han tenido su importancia en el barrio chino. El bar del Manquet  y Cal Manco,  en los números 18 y 22.  Uno es un bar donde hay quien en los años treinta dice, Sebastia Gasch en particular, que  se oye el mejor flamenco de la ciudad.  En el bar del Manquet, Gasch descubre a una Carmen Amaya que entonces no levantaba  dos palmos del suelo y  visita el establecimiento con frecuencia.  Cuando Vicente Escudero está en Barcelona, Gasch lo arrastra cada día al bar del Manquet;  el otro  establecimiento, Cal Manco,  es uno de los prostíbulos más visitados de la ciudad.   Rafael Salva, el  Manquet,  dueño de ambos,  gran amante del teatro y lector impenitente de las novelas de Baroja,  rivaliza en el boato de su reservado  con  el equivalente que se encuentra en  La Criolla.   Y si en La Criolla, son invitados los intelectuales a departir con los travestis, en el otro nunca faltan en el reservado los amantes del flamenco que son muchos entre la intelectualidad barcelonesa. Era Manquet, amante del teatro y de las novelas de Baroja

                                                  Carmen Amaya y su padre en el bar del Manquet. 1932

                                                                                                 Cal Manco. 


 J.E. Bartrina escribe una gran historia  contando la vida y costumbres de los hombres que descargan el carbón en el puerto de Barcelona. Le impresiona uno de ellos, un jefe de cuadrilla al que dirige su atención. Bragado, sin miedo, que un día tuvo que atravesar a nado y vestido la escollera hasta el Morrot por haber pinchado a uno que lo importunaba. Ese hombre, una vez al año reunía a toda su gente en el bar del Manquet y les invitaba “con desprendimiento de protector”.


                             Portal de Santa Madrona, esquina con Peracamps. Revista Crónica, junio de 1935.




          Revista Crónica. Junio de 1935. Calle Peracamps. Al fondo, La Criolla.  


 
 
Número 28. Cervecería Antigua (1934).
 
Merletti. Años treinta. El toldo que aparece a nuestra izquierda, entra las calles Peracamps y Mina podría corresponder a la Cervecería Antigua del número 28 de la calle.


A partir de la calle Mina, enfilando el codo de la calle,  aparecen las fábricas. Ya hemos hablado de la fábrica de cerveza de Moritz.  Hay otras, fabricación de terciopelos, desperdicios de algodón,   confetis, construcción de maquinaria, etc.

 Sagarra. ANC. 1925-1935. El codo del Portal de Santa Madrona a partir del cual y hasta Paralelo, se encuentran las industrias de la calle.

 


sábado, 4 de julio de 2015

La Criolla (V). Simone Weil en La Criolla






Europa 51 es una película de Rossellini con guión de Fellini, protagonizada por una Ingrid Bergman tan delgada que más que espiritualizada como pretende la historia que narra, aparece casi descarnada, como estando ya más familiarizada con el ultramundo que con la humanidad doliente. En youtube se puede ver entera.



                   



La película es un trasunto de la vida de Simone Weil,  que al igual que la heroína de la película entró a trabajar en una fábrica por identificarse con el sufrimiento de los obreros y  murió de consunción en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial al negarse a comer cantidades de comida superiores a las que suponía que disponían los franceses de la Francia ocupada. Nos gustan las historias de quienes se sacrifican por la colectividad. Conjugan en su persona y en un grado máximo los dos valores que todas las culturas aceptan como positivos: Valentía y generosidad.

Los demás con nuestras pequeñas mezquindades y nuestras pequeñas generosidades asumimos que quien se sacrifica hasta llegar si es preciso a dar la vida por los demás está hecho de una pasta superior a la nuestra. Cuanto más sacrificio, más admiración. Así sea el Che Guevara como Sor Teresa de Calcuta, los liquidadores de Chernobyl o, en su entorno, los kamikazes del fundamentalismo islámico.

Simone Weil forma parte del grupo de los que se sacrifica hasta la muerte, pero su obstinación en identificarse con la colectividad oprimida no parece haber beneficiado a la humanidad en modo alguno.

No al menos como miliciana en la guerra de España, donde la destinaron a las cocinas al comprobar los mandos su nula capacidad para usar de modo adecuado el fusil. El resultado fue que se quemó friendo huevos y hubo que trasladarla al hospital que se habilitó en Sitges. Ya no volvió al frente y rescatada por sus padres, terminó en Sitges su aventura española.

Ni tampoco durante la segunda guerra mundial, cuando en Londres pugnó por ser lanzada en paracaídas sobre la Francia ocupada para actuar de quintacolumnista. De Gaulle decía de ella que estaba loca y rechazaba sus pretensiones de tomar parte activa en la liberación de Francia.

Antoine Gimenez coincidió con Simone Weil en el frente de Aragón en el año 36 donde ambos formaban parte del Grupo Cosmopolita, antes de la formación de las Brigadas Internacionales. Escribe Gimenez (Antoine Gimenez "Souvenirs de la guerre d’Espagne" 19 juillet 1936 - 9 février 1939).


"Ce groupe cosmopolite grossissait de jour en jour. Ridel et Carpentier, de retour d’un voyage à Barcelone, arrivèrent accompagnés d'une jeune femme aux longs cheveux noirs. J’appris par la suite qu'elle s'appelait Simone Weil et qu’elle se disait syndicaliste".


En otro párrafo:

"Six femmes s'occupaient de l'infirmerie et de la cuisine : Marthe, Madeleine, Simone, Augusta, Mimosa et Rosaria. Deux d'entre elles, Marthe et Madeleine, vivaient en ménage, respectivement avec Pierre et Hans. À l'exception de Simone Weil qui rentra en France, toutes les autres restèrent en Espagne pour toujours : Marthe, Mimosa et Augusta tombèrent à Perdiguera".


Por último, explica Gimenez el accidente de Weil.

"nous eûmes le chagrin de perdre Simone Weil, qui se brûla avec de l'huile bouillante en voulant faire des œufs sur le plat pour le déjeuner. On l'évacua sur Barcelone et de là elle rentra en France. Elle était restée, à peu de choses près, environ un mois avec nous"


                                                    Simone Weil en uniforme de miliciana





Y todo esto viene a modo de introducción sobre el gran acontecimiento que para este blog supone el hecho de que Simone Weil visitase La Criolla.

     Casas i Galobardes. Años treinta. La calle Peracamps y al fondo el rótulo luminoso de La Criolla.


Todos los estudiosos de la vida de Simone Weil coinciden en situarla en Barcelona durante el agosto de 1933. Llegó a Barcelona acompañada por Aimé Patri, un trotskista y visitó en varias ocasiones La Criolla.  Eso al menos le comentó Aimé Patri a Bataille.



A Bataille no le gustaba gran cosa Simone Weil y en El azul del cielo la retrata en la figura de Lazare. Dice de Lazare lo siguiente:

Era una chica de veinticinco años, fea y visiblemente sucia […]. Llevaba unas prendas negras, de pésimo corte y llenas de manchas. Parecía no distinguir nada de cuanto se hallaba frente a ella, a menudo empujaba las mesas al pasar. Sin sombrero, sus cabellos cortos, tiesos y mal peinados le ponían como alas de cuervo a ambos lados de la cara. […] Sembraba el malestar: hablaba lentamente con la serenidad de un espíritu al que todo le es ajeno: la enfermedad, la fatiga, la pobreza o la muerte no contaban para nada a sus ojos. Lo que de antemano suponía en los demás era la más tranquila indiferencia. Ejercía una fascinación cierta, tanto por su lucidez como por su pensamiento de alucinada.


Ellos, la inteligencia parisina, los Picabia, Cartier-Bresson, Bataille, André Masson, acudían a Barcelona para demorarse en sus prostíbulos y a última hora de la noche, acompañados de sus mujeres cuando viajaban con ellas, a La Criolla a ver el espectáculo de los hombres que hacían de mujer. Les debía de parecer la suya una conducta transgresora de tal intensidad que necesitaba plasmarse en un libro. Es lo que hizo Bataille con El azul del cielo. Saber que Simone Weil era otra de las que había acudido a La Criolla y no una vez sino varias, le provocaba tal malestar a Bataille que tuvo que escribir un libro para ajustarle las cuentas a aquella mujer tan fea y que olía tan mal.

Aimé Patri también recordaba que Simone Weil especuló con ponerse agujas debajo de las uñas como entrenamiento para la tortura. Así se lo contó Patri a Simone Pétrement.

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PD: Un moco que le suelta Simone Weil a Simone de Beauvoir y que esta última cuenta en "Memorias de una joven formal". No tiene nada que ver con el Barrio Chino de Barcelona, pero un moco es un moco.


Escribe Simone de Beauvoir:

"Esa terquedad me impidió sacar provecho de mi encuentro con Simone Weil. Mientras preparaba la escuela Normal, pasaba en la Sorbona los mismos certificados que yo. Me intrigaba a causa de su gran fama de inteligencia y por su extraña vestimenta; deambulaba por los corredores de la Sorbona, escoltada por un grupo de ex alumnos de Alain; llevaba siempre en un bolsillo de su chaqueta un número de Libres propos y en otro un número de L'Humanité. Una gran hambre acababa de asolar a China y me habían contado que al enterarse de esta noticia se había echado a llorar: esas lágrimas forzaron mi respeto aun más que sus dones filosóficos. Yo envidiaba un corazón capaz de latir a través del universo entero. Un día logré acercarme a ella. Ya no sé cómo se inició la conversación; declaró en tono cortante que una sola cosa contaba hoy sobre la tierra: la Revolución que daría de comer a todo el mundo. Respondí de manera no menos perentoria que el problema no era hacer la felicidad de los hombres sino encontrar un sentido a su existencia. Me miró de hito en hito: "Se ve que usted nunca ha tenido hambre", dijo. Nuestras relaciones se detuvieron ahí. Comprendí que me había catalogado: "una burguesita espiritualista" y me irrité, como me irritaba antes cuando la señorita Litt explicaba mis gustos como infantilismo; me creía liberada de mi clase: no quería ser sino yo misma".