“Estaba cerca del puerto y del cuartel, y la cálida orina de millares de
soldados había corroído su chapa de metal. Al constatar su muerte definitiva,
las Carolinas con chales, mantillas, trajes de seda y chaquetillas ajustadas
acudieron a ella en solemne delegación para depositar un ramo de flores rojas
anudado con un crespón de gasa. El cortejo partió del Paralelo, torció por la
calle San Pablo, bajó por La
Rambla hasta la estatua de Colón. Eran las ocho de la mañana,
el sol iluminaba la escena. Las vi pasar y las acompañé de lejos. Sabía que mi
puesto estaba en la comitiva: sus voces heridas, sus gritos de dolor, sus
gestos exagerados, se proponían atravesar el espeso desprecio del mundo. Las
Carolinas eran grandiosas: las Hijas de la Vergüenza.
Llegadas al puerto, torcieron a la derecha en dirección al
cuartel, y sobre la chapa herrumbrosa y hedionda del meadero público, sobre su
chatarra muerta, depositaron las flores.”
(Jean Genet – Diario del ladrón)
Carolinas es el nombre, como de logia travestida, nombre,
santo, seña y uniforme de mantilla y chaquetilla ajustada, que les da Jean Genet. Una
denominación que aparece fugazmente en el universo de los hombres que se
disfrazan de mujeres en el barrio chino y tan solo en relación al texto de
Genet. Un nombre que es como un bólido que surca el cielo de la literatura y dura un instante (1).
Podemos establecer con una probabilidad de acierto alta la
vespasiana a la que dirigieron su homenaje las Carolinas, pero no sin antes dedicar un recuerdo a esa modalidad de mingitorio
público.
A finales del siglo XIX, y formando parte de las reformas
que se acometieron en Barcelona para acondicionar la ciudad a los fastos de la
exposición universal del año 1888, se instalaron unos urinarios públicos para
varones al modo de las vespasianas
francesas puestas de moda en Paris unos
años antes. Vespasianas por la anécdota que cuenta Suetonio en la Vida de los
Doce Césares del impuesto que sobre la orina impuso Vespasiano. En Barcelona se montaron alrededor de unas veinte. Eran metálicas, de estructura circular coronada por un prisma hexagonal
que servía para colocar propaganda, y tenían capacidad para ser usadas por seis
personas a la vez.
Una de las vespasianas
se colocó en la Rambla de las Flores.
Pasaron los años y a principios del siglo XX ese urinario se convirtió, por obra y gracia
de la actuación de anarquistas y quizá de elementos relacionados con las
cloacas del estado, en el lugar favorito
para demostrar el interés de la acción directa en la lucha por la emancipación
del género humano.
Entre los años 1904 y 1908 y en tres ocasiones, se colocaron
bombas en el interior del urinario. En todos los casos explotaron causando
heridos. Dejo de ser moderno utilizar la vespasiana de la Rambla de las
Flores. Resultaba imposible entrar en el urinario con la actitud de Henry Miller de quien escribe Brassai en Les artistas de ma vie que
le entusiasmaban las vespasianas de
Paris ya que: "Comme ça doit être charmant d'uriner en pleine
rue en regardant passer les jolies femmes”.
Orinar en la vespasiana de las bombas se
convirtió en un acto heroico solo para
prostáticos sin otra posibilidad rápida de alivio y para los incondicionales del
artefacto mingitorio, homosexuales y
exhibicionistas que lo continuaron frecuentando arrostrando el peligro de nuevas explosiones (2). El ayuntamiento a las pocas semanas de la
explosión de la tercera bomba desmontó el ingenio y lo colocó en la avenida del Paralelo.
La vespasiana de la Rambla de las Flores tras la
última explosión (L'Esquella de la Torratxa)
Cumplido el apunte histórico, volvemos a la vespasiana que tantos buenos ratos había
proporcionado a los travestis del barrio chino. En todo el perímetro del cuartel de Atarazanas y
zonas aledañas, solo en la Rambla de Santa Mónica se instalaron vespasianas. Aparte de las Ramblas, las más cercanas al cuartel fueron una en el Paseo de Colón, en la Plaza del
duque de Medinacelli, y otras en el Paralelo. En el Paralelo, la más próxima para los militares fue la instalada frente al
Teatro Nuevo, justo la que procedía de la Rambla de las Flores, pero que pronto fue desmantelada tras ser de nuevo usada en atentados con explosivos.
En la Rambla Santa Mónica
hubo dos vespasianas. Una donde se juntan la Plaza del Teatro con la Rambla, y
otra casi al final de la Rambla Santa Mónica, junto al cuartel. Forzoso es que
si la anécdota de Genet tiene relación
con algo que sucedió sea aquella de la Rambla Santa Mónica frente al cuartel la
que ha de tener el honor de haber sido
objeto del cálido homenaje.
Plaza del Teatro/inicio de la Rambla Santa Mónica. La vespasiana asoma su estructura por la derecha de la imagen (Branguli)
Rambla Santa Mónica. El lienzo de pared que se ve al fondo forma parte del cuartel de Atarazanas. La vespasiana a la izquierda de la imagen (Ballell 1907-08)
La misma vespasiana que la imagen anterior (autor desconocido. 1914)
Comentando el texto de Genet, Juan Goytisolo (
http://elpais.com/diario/2009/01/03/babelia/1230943152_850215.html)
llama a las Carolinas valientes
precursoras de “las gasolinas” parisienses de mayo de 1968. Vete a saber quienes fueron las gasolinas de Paris, pero estoy convencido de que nunca ha habido travestidos
más fieros que los que habitaron el barrio chino entre los años veinte y
treinta del siglo pasado. Ni “gasolinas”
del Paris de mayo del 68, ni los amanerados del Magic City del Paris de los
años treinta, ni los travestidos del
Dorado berlinés.
Los travestis catalanes se mezclan, en ocasiones, con el ambiente
anarquista, y más a menudo con el directamente delincuencial del primer tercio del siglo pasado y en la crónica policial de Barcelona de
aquellos años con frecuencia aparecen hombres disfrazados de mujer que han
participado en un atraco en calidad de quien lleva la pistola, o que han seducido a
jóvenes a los que llevan a parajes
solitarios del Tibidabo donde los roban, o que se suman a las revueltas para asaltar el cuartel de Atarazanas.
El Diluvio 28.06.1929
ABC 20.03.1934
La Vanguardia 10.10.1932
La Vanguardia 28.07.1926
Travestis que brujuleaban por las callejuelas del barrio
chino. En particular por la calle del
Cid donde se encontraban los dos locales que recibían al mayor número de ellos
y que gracias a esa circunstancia se convirtieron en referentes del barrio y en
el oscuro objeto de deseo de los extranjeros que en Barcelona querían ver
aquellos hombres que parecían más mujeres que las que tenían la costumbre de
frecuentar. Cuando Georges Bataille, Simone Weil, Douglas Fairbanks, cientos de
otros, visitaban Barcelona, iban al Bataclan para ver fumar con el coño a las
artistas del local y a continuación a La Criolla y a Cal Sacrista que eran los dos locales que acogían a más
travestis.
Calle del Cid. Prostituyéndose. Uno de ellos, travestido. Sin año
(Josep María Sagarra)
La Voz de Madrid. 09.04.1934
Cerca de La Criolla (Casas i Galobardes)
Dibujo que aparece en un reportaje sobre prostitución en La Rambla del 18 de septiembre de 1933.
La Criolla y Cal Sacrista que más tarde, en 1934 se llamó
Wu-Li-Chang y se convirtió en la caricatura de una caricatura se encontraban en
la calle del Cid, frente a frente. La Criolla tenía su entrada por el número 10 de la calle y Cal Sacrista por
el número 1 de la calle de Peracamps. Más popular el primero, más coartada de
intelectuales que van de safari antropológico el segundo.
Al fondo, La Criolla. A la derecha, Cal Sacrista Sin año (Casas i Galobardes)
Los neones que anuncian La Criolla y Cal Sacrista
Cal Sacrista. Sin año (Josep María Sagarra)
La prensa operó como un gigantesco medio de promoción de
ambas salas al señalar la impudicia con la que se comportaban unos viciosos que
llevaban su amaneramiento al punto de vestirse de mujer.
Del anonimato en que han quedado los muchos travestis que
los frecuentaron –uno de ellos el propio Jean Genet, disfrazado de faralaes
para favorecer el intercambio sexual mercenario- las revistas rescataron a Flor de Otoño, un
homosexual bragado de quien se comentaba que había participado en uno de los
varios asaltos que sufrió el cuartel militar de Atarazanas. Lluiset, Flor de Otoño, treintañero fino, con
los labios pintados en forma de corazón y las cejas dibujadas, asiduo de La Criolla e íntimo del gran Pepe
(Pepe de la Criolla, naturalmente), encargado del local y responsable de su
proyección internacional.
Pepe de la Criolla con Trostki, pistolero del Sindicato Libre, La Asturiana, recostada en el suelo y Flor de Otoño a la derecha (nuestra derecha) de Pepe de la Criolla
Flor de Otoño es el segundo contando a partir de la derecha (revista Crónica 08.10.1933).
Flor de Otoño
Interior de La Criolla. Flor de Otoño, repeinado, en el extremo derecho de la foto. 1932.
Miss Barrio Chino. Cuenta la revista Mirador que el travestido ganador acudió en condición de Miss Barrio Chino al concurso que se celebró en Madrid para escoger Miss España.
La Criolla. Sin año (Casas i Galobardes).
La Asturiana
A partir de 1934, uno y otro local fueron declinando. La Criolla fue transformada en verano de 1935
en uno de tantos cabarets como tenía Barcelona y desaparecieron las palmeras
sucias del polvo de años y la orquesta enloquecida que junto a la cocaína
provocaba sinergias de paroxismo en los parroquianos. Pepe de la Criolla dejó el
local y abrió otro, el Barcelona de Noche de la calle de las Tapias, donde llevó las palmeras. Cal Sacrista, se disfrazó de chinosería y cambió su nombre
por el de Wu Li Chang. Como aquellos restaurantes con decoración medieval de
cartón piedra donde se sirve un remedo de comida de época. Cuando la aviación
italiana destrozó la zona en los bombardeos de 1938, las dos salas ya eran tan solo tristes
fantasmas.
====================================================================================
(1) Desde siempre (un siempre que se puede limitar a un máximo de dos años, el tiempo que hace que me interesa la historia del barrio chino) había supuesto que el nombre de Carolinas era una invención de Jean Genet, que en el recuerdo del cortejo de los travestidos despidiendo la vespasiana se introdujo un nombre ajeno.
En mi benevolencia, le perdonaba el error a Genet. El hombre, escribiendo años más tarde desde una celda de La Santé, incluso era normal que distorsionase y se equivocase con los nombres. Una evocación lejana, bastante hacía con pintarnos un fresco del ambiente en el que se movió.
Y leo en el estupendo blog
Un balcó al Poble Sec que un 1 de mayo de 1890 tuvo lugar por primera vez, y en el campo de las Carolinas, un mitin reivindicando la jornada de ocho horas. En el número de La Vanguardia que da cuenta de la reunión de trabajadores, hay alguna referencia que permite ubicar el lugar, al menos de una manera aproximada: cerca de la Ronda de San Pablo, una hondonada, en uno de los lados se levanta la iglesia de Santa Madrona. Con esos datos se puede encontrar alguna información.
En marzo de 1895 se está aplanando el terreno y pavimentando la zona del Paralelo que corresponde al campo de las Carolinas (El Diluvio, marzo 1895).
El almanaque de L'Esquella de la Torratxa de 1924, evoca el Paralelo de finales del XIX en un artículo de M. Balasch, y aparece el campo de las Carolinas, convertido cuando escribe el cronista en un music-hall llamado L'As. Más concreta no puede ser la referencia. L'As se encontraba entre Paralelo 100-102 y Conde Borrell 1-3.
Con la suma de informaciones se puede acotar con bastante aproximación el emplazamiento del campo de las Carolinas: el cruce entre Aldana, Borrell y Paralelo quizá extendiéndose por el Paralelo y llegando hasta la calle Tapiolas.
Desaparecería el campo de las Carolinas con la urbanización de aquella zona del Paralelo entre los años 1894-95, y aún por tiempo permanecería en el habla popular la denominación de Carolinas para referirse a la zona.
¿y el nexo entre el antiguo campo de las Carolinas y el nombre que da Genet a los travestidos?. El trayecto que éstos hacen hasta llegar a la vespasiana (desde el Paralelo, donde tuvo su origen la comitiva, girando por la calle San Pablo) es compatible con un inicio del duelo en el antiguo campo de las Carolinas. Cabe suponer, al menos me parece la hipótesis más plausible, que llamarlas carolinas indica el sitio donde desarrollaban su actividad. Entre las tapias, solares y algún desmonte del lugar.
===========================================================================
(2) ANDREU NIN EN UNA VESPASIANA. La anécdota tiene poca relación, si es que tiene alguna, con el resto de la entrada, pero, ¡que caramba!, es Nin y sucede en una vespasiana.
La flecha indica la situación de la vespasiana en Plaza Universidad.
En 1933, el periódico La Rambla
publica una extensa entrevista de Domènec de Bellmunt a Andreu
Nin. Nin desgrana episodio tras episodio de su vida. Llegando a
los años del pistolerismo, el revolucionario cuenta de una noche,
entre 1920 y 1921, antes de viajar a Moscú. Nin había quedado con
varios compañeros de la Confederación junto a la vespasiana de
Plaza Universidad. Nin llega el primero a la cita, antes de la hora convenida,
y para no estar esperando en la calle a expensas de que lo
identifique algún pistolero, decide entrar en el urinario. De
inmediato, detrás de Nin entra en la vespasiana un hombre que lo mira con una
insistencia extraña. Y que al poco se le acerca. Nin concluye la que
para él es la única explicación a la conducta del extraño: se
trata de un pistolero del Sindicato Libre que ha entrado para
ejecutarlo. Así, que sin demora echa mano del revolver que lleva en
un bolsillo y le grita al hombre ¡arriba las manos!. El hombre que
lo seguía empieza a balbucear y Nin se da cuenta de que lo que creía
un pistolero es un merodeador de urinarios en busca de un escarceo
amoroso.