miércoles, 25 de marzo de 2015

La Criolla (I). Antes de La Criolla






                                                              La Criolla, Calle del Cid, 10.


La calle del Cid es una pequeña travesía  entre el Paralelo y la avenida de les Drassanes. Los arquitectos municipales le han dado la función de ser el acomodo de las traseras de algunos  edificios públicos. Lugar de paso para la gente del barrio donde a veces se demora algún yonki que hace tiempo mientras no le atienden en el centro de toxicomanías que hay en el baluarte de  la muralla de les Drassanes.
Apenas dos edificios dan a la calle. Uno es el  señalado con el  número 10. No es un edificio antiguo, aunque si viejo,  con seguridad no tendrá más allá de setenta años. Una casa barata sin el menor interés excepto uno, la numeración que le adjudica el ayuntamiento. 

Hace años, el número diez de la calle del Cid albergó una sala de fiestas que puso a Barcelona en el imaginario mundial.  Douglas Fairbanks jr,  putero redomado  pudo decir del barrio chino de Barcelona que conocía sobre todo por sus visitas a La Criolla:  "No he visto una cosa parecida, ni en Saigón, ni en Shangai, ni en Port Said, en ningún lugar".   No es el de ahora el  mismo edificio de La Criolla. Los bombardeos que sufrió Barcelona en el año 1938,  destruyeron el edificio  y otros muchos.  El número diez  que hay ahora es un edificio construido  más tarde.  




                                                     Carnaval en La Criolla en los años treinta


Para encontrar algo en la calle que  pueda relacionarse con el periodo de La Criolla,  es preferible la acera de enfrente,  el edificio entre Perecams, Portal de Santa Madrona y Cid . Al menos en  este último, el arquitecto diseñó unas ventanas que son un remedo de las que había en el edificio de La Criolla.   La Criolla, un antiguo edificio fabril  reciclado  en sala de fiestas del que el barrio solo guarda el recuerdo, tan leve que es casi inapreciable, de las ventanas del edificio.


                                                                    La Criolla por Bon. 



Me remonto a unas décadas antes de la aparición de La Criolla. El número diez de la calle del Cid tiene otro motivo de interés,  incluso más alto que el de ser  albergue de La Criolla. En el edificio se instaló la primera central eléctrica de España.   Así como apenas nada en la calle nos evoca La Criolla y aún eso solo si hacemos un esfuerzo con la imaginación,  tampoco nadie se ha preocupado por indicar al transeúnte  que desde este lugar se llevó por primera vez electricidad a una zona de Barcelona. Ni una simple placa, ni una señal.  El Ayuntamiento prefiere financiar  truños como lo que ahora  exhibe  el Macba,  del que el ayuntamiento de Barcelona es miembro principal de su patronato y uno de los que pagan las facturas de la entidad, esa cosa que remeda al anterior rey de España siendo enculado por una mujer, antes que colocar una humilde placa que  indique  que desde aquí, el número 10 de la calle del Cid,  por primera vez llegó la luz a la ciudad.  

Recordemos. En 1881, se fundó la Sociedad Española de Electricidad, la primera empresa eléctrica de España, con la finalidad de proporcionar alumbrado a las calles y  energía eléctrica a fábricas y comercios.   


Según L'Electricien,  esta empresa era la sexta creada en el mundo (junto a similares en Londres, Berlín, San Petersburgo, Chicago y Nueva York) . Garcia de la Infanta (1986). Primeros pasos de la luz eléctrica en Madrid y otros acontecimientos. Ediciones Fondo natural, Madrid.


La empresa instaló su primera central eléctrica en la calle Cid 10, en los locales de lo que había sido una antigua fábrica de hilados.   En esa aurora industrial de los inicios de la electricidad industrial. la Sociedad Española de Electricidad fue la sexta empresa que se constituyó en el mundo con la finalidad de proporcionar energía eléctrica a las empresas  (y  primera de España) y estaba ubicada en Barcelona, en la calle del Cid, donde años más tarde  estará La Criolla. Y nuestro ayuntamiento cazando moscas. La potencia inicial era de 140 CV. A los pocos meses la capacidad instalada superaba los 1200 CV.     





El conductor que salía de la calle del Cid, descendía por Peracamps y en Portal de Santa Madrona iba a buscar las Ramblas. De allí, salían ramales que atravesaban Conde del Asalto, San Pablo, Fernando y llegaba a la Plaza de Cataluña. 







 El 28 de septiembre de 1882, por primera vez en España,  y gracias a la energía generada en la central,   hubo alumbrado eléctrico en una calle de la ciudad, en el Paseo de Colón. De allí se fueron instalando farolas por todas las Ramblas hasta llegar a Plaza Cataluña.  
Las instalaciones de la calle del Cid se quedaron pequeñas y   la Sociedad Española de Electricidad construyó  una central en lo que se conocía como Hortes de Sant Bertran, entre Paralelo, Vila-Vila, Cabanes y Mata.  En 1888, la sociedad decidió cerrar las instalaciones de la calle del Cid y  pasar toda su capacidad productiva a la central de las Hortes de Sant Bertran.   




¿Qué había en Cid 10 antes de la instalación de la central eléctrica? El edificio se construye poco antes de 1846, año  en que se conoce la petición de un tal Pere Arnau al Ayuntamiento de Barcelona para aumentar la potencia  de la maquinaria de la fábrica que tenía instalada en el inmueble  y que estaba dedicada a tejídos. Posteriormente pasaría por distintos arrendatarios.  Conocemos un croquis de la fachada principal,  con cinco niveles de altura y nueve aberturas en cada nivel con  forma de ventana en arco apuntado, estructura externa que se mantendría a lo largo de toda la existencia del edificio.






Una vez cerrada la central eléctrica  y hasta la apertura  de la Criolla en el año 1925,  apenas hay noticias sobre el edificio salvo en la sección de sucesos de la prensa.   El 7 de febrero de 1908, la fábrica de mantas de los hermanos Pascuet  sufre un incendio que las crónicas califican de pavoroso.   Se incendian los almacenes y se derrumban los pisos. Se pierde todo el género almacenado. Por suerte, también se nos informa que la fábrica estaba asegurada por tres compañías extranjeras.


Es de suponer que fue entonces cuando  los pisos altos se habilitaron como lugar para dormir. En Sangre en Atarazanas, Francisco Madrid escribía:  “el dueño la ha industrializado. Las enormes naves de los pisos superiores las ha convertido en piezas. Cada pieza es un piso. En estas piezas hay de todo: la cocina, el comedor, la alcoba. On bastante grandes y viven en ellas familias murcianas, cartageneras, andaluzas y gitanas”.



El 28 octubre 1920, el ayuntamiento  autoriza a Valenti Gabarro, propietario del edificio, a modificar tres aberturas.  Este Valentí Gabarro aparecerá ya con regularidad en relación a la historia posterior del edificio y La Criolla.  Pero esto ya es tarea para próximos capítulos. 




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