lunes, 23 de marzo de 2015

El carro blindado del Ayuntamiento de Barcelona y la explosión de una bomba en la Rambla de Santa Mónica.



El 28 de junio de 1910, a las 18:30, el aprendiz de una imprenta situada en el vestíbulo de la casa con el número 17 de  la calle Conde del Asalto, advierte la presencia de un objeto que le parece sospechoso  en el rellano de la escalera, justo al lado de la puerta vidriera del despacho de la imprenta. Es Barcelona a principios de siglo, un objeto sospechoso puede ser una bomba.  Se llama a la policía que examina un saco dentro del cual hay una caja de 25x10x15 cm con una tapa fijada con pernos al resto de la caja, y  de un peso aproximado de 5 kg. Todo ello aumenta la impresión de que puede tratarse de un artefacto explosivo.  




 ¿Qué  protocolo  se seguía  cuando en una zona habitada, se encontraba un objeto  sospechoso de ser una bomba?.

En 1906, el departamento de Gobernación del ayuntamiento de Barcelona  aprobó  una partida para que el municipio dispusiera de  un carro blindado “del mismo modo que lo tienen en Paris” Una vez que fue construido y probado,  las bombas u objetos  sospechosos de serlo,  se depositaban en el mismo y se trasladaban al Camp de la Bota donde se colocaba en un mortero que tenían los militares y se hacía explotar.

                                             


       1908 - Explosión de una bomba en un mortero en el Camp de la Bota (por la vía de Emilio Bcn)


En este caso,  con una posible bomba dentro de un inmueble de la calle Conde del Asalto, el carro blindado llega al lugar a la hora del  hallazgo por el aprendiz.   Se trata de un carro de cuatro ruedas que soporta una caja metálica donde ha de depositarse la bomba y tirado por dos caballos que conducen policías al pescante. 

Mientras,  otros policías  andan porfiando para apartar a los viandantes que pugnan por ver el lugar donde se encuentra la supuesta bomba.  Con poco resultado. Ese comportamiento despreocupado de los barceloneses, prefiriendo satisfacer su curiosidad antes que retirarse a una distancia prudencial  a salvo de la posible explosión,  no es nuevo. Pocos meses antes se había descubierto una bomba en el Café del Circo Español, y mientras llega el carro blindado nadie quiere desalojar el recinto.  Y no es por desconocimiento de los efectos  de una bomba. Si alguna ciudad conoce los estragos que produce su estallido, esa es Barcelona en donde desde hace años  se convive con las bombas y sus efectos.  

Uno de los observadores se presta a trasladar la bomba del rellano de la escalera al interior del cubículo blindado. En este caso, se ofreció voluntario el policía del puerto encargado del manejo del bote automóvil que casualmente se encontraba allí.  Las crónicas periodísticas relatan una y otra vez, como tras ser descubierto un posible artefacto explosivo es un voluntario quien se presta a colocar el objeto dentro de la caja del carro blindado.  Y esta es una conducta que desde la distancia histórica resulta curiosa.  Los policías que conducen el carro no deben de tener la obligación de retirar el artefacto y se abstienen de ponerse en riesgo más allá del que supone el traslado de la bomba  porque en las noticias de prensa  se repite el hecho de que el objeto sospechoso se coloca en el carro por un voluntario al que se recompensa con una cantidad en metálico.

Una vez colocado el objeto dentro de la cubierta metálica, suben al  pescante los dos policías que conducen el carro, más el policía del puerto que ha recogido la bomba, quien se ofrece para acompañarles y se acomoda asimismo en el pescante.  No era sencillo el camino y transcurría por caminos embarrados donde con frecuencia se encallaban las ruedas del carro. 

Este que lleva una bomba el día 28 de junio de 1910, no es  el primer carro blindado de la ciudad, aquel que se presupuestó en 1906.  Hacía un mes escaso,  a finales de mayo, que  había quedado destrozado uno al estallar la bomba que transportaba, una bomba recogida en La Bombilla de la calle San Pablo.  En  julio de 1909, otro objeto recogido en el Café del Circo Español, al pasar por la zona del cementerio viejo camino del Camp de la Bota,  explotó por el traqueteo que provocaron en el carro los grandes baches del camino,  incendiando la parte acolchada de la caja blindada y destrozando el carro. 

Los caminos eran malos, transcurrían por caminos que aumentaban el riesgo de explosión y una vez llegados al castillo del Camp de la Bota podían encontrarse los policías municipales con que los militares se negaran a descargar el artefacto.

Así sucedió a principios de enero de 1908, con una bomba recogida en la calle de Robador. En este traslado, salvo que no explotó la bomba durante la conducción, todo fue mal.  En lugar de enfilar por el camino del cementerio viejo, los policías se dirigieron al Camp de la Bota por la barriada de Pueblo Nuevo por temer que las últimas lluvias hubiesen hecho impracticable el camino usual. Al llegar a la riera de Horta, el carro se hundió hasta el eje en el lecho de la riera y hubo que requerir la ayuda de los serenos para enderezarlo.  Debió de ser cansado el trajín de desatascar el carro porque los policías decidieron dormir antes de ingresar en el Camp de la Bota, así que dejaron el carro y su bomba en la Plaza Constitución de San Martín mientras ellos se acostaban.  En su descargo hay que decir que durante  horas estuvieron llamando al Gobierno Civil para comunicar la circunstancia, sin que nadie recogiera la llamada. Por la mañana, llegaron al castillo del Camp de la Bota  donde los militares se negaron a descargar el artefacto.  Fue informado, ahora sí, el gobernador civil,  a quien  el comandante de artillería del castillo le informó en llamada telefónica, que no podía ordenar a un soldado  que tomara una acción que no era un servicio de guerra. Por mis cojones.   Muchas horas más tarde de que hubiese dado inicio la conducción de la bomba, tuvo que desplazarse desde el ayuntamiento un guardia municipal para tal menester.   Aquel mismo día hubo otra amenaza de bomba y quedó patente la dificultad de desplazar un carro de un lugar a otro, por caminos deteriorados  y embarrados.

En este caso, el carro llegó a las Ramblas  y se dirigió al Paseo de Colón. Una vez a la altura del cuartel de Atarazanas, más o menos donde ahora está la comandancia de marina, el objeto explotó con tan fuerte impacto que destrozó el carro, proyectando  a la altura de un segundo piso a los tres policías del pescante. No solo quedaron heridos los policías,  la explosión lesionó  a varios militares del cercano cuartel y a algunos transeúntes. Una explosión de tal intensidad que  se oyó en toda Barcelona. 








Cuando llegaron a socorrerles, en el suelo, aparte de los caballos y restos del carro, había 8 personas heridas. Uno de ellos,  Abelardo Salvador,  un joven que esperaba la llegada de un tranvía,  sufre heridas de la mayor gravedad, por lo que a brazos de algunos es trasladado a la casa de socorro que se encuentra en el Paseo de Colón, frente al edificio de Correos, más o menos donde ahora se encuentra la escultura de Roy Lichtenstein.  Al poco de llegar fallece. Tres militares heridos son tratados de urgencias en el dispensario de los cuarteles de Atarazanas y trasladados al Hospital Militar que se encontraba en la calle Tallers en lo que ahora es la Plaza Castilla.

El resto es atendido en la casa de socorro del distrito de Atarazanas que se encontraba en la calle de Barbará.







Abelardo Salvador, el civil que falleció a causa de la explosión,  mientras esperaba el tranvía que debía llevarle a casa de un tío suyo que vivía en la barriada de Gracia donde estaba invitado a cenar, era un joven de 22 años, natural de Real de Montroy de Valencia de donde se había trasladado a Barcelona para trabajar como administrativo. Vivía de huésped  en un piso de   la calle del Carmen y tenía aficiones literarias, habiendo escrito varios poemas y ganado algún certamen literario. Trabajaba como administrativo en una fábrica de harinas. 





Del análisis pericial de los restos del artefacto explosivo, se llega a la conclusión de que tendría la forma de una cazuela de 25 cm de diámetro por 12 a 14 de alto, cerrado por una tapa sujeta por gruesos tornillos. Tales características, llevan a suponer  a la policía que se había fabricado en un taller de fundición. El gobernador civil de la provincia, sr. Buenaventura Muñoz y Rodriguez ofreció una recompensa a quien proporcionase información que pudiese llevar a la detención de los responsables de la explosión. 100.000 ptas nada menos. Sin resultado positivo.   


                                                              Buenaventura Muñóz y Rodríguez

Los periódicos coincidieron en señalar como responsable de la extrema virulencia de la explosión a la circunstancia de que la caja blindada no estaba construida del modo más adecuado, no permitiendo disipar los gases  lo que potenciaba  los efectos de la bomba que estallase. Y de  inmediato se da el nombre de  uno de los responsables de que la explosión de la bomba haya causado tantos estragos.  El ingeniero jefe de la Inspección Industrial, señor Clavé, a quien le fue encomendada la construcción de un nuevo carro blindado al quedar incendiado el anterior hacía un mes  y que dio salida a la petición a los pocos días.


El ingeniero se excusa diciendo que el carro reunía las condiciones de blindaje y fortaleza precisa, pero que en este caso la bomba fue más potente de lo usual.  Las cartas a los periódicos que dirigen ingenieros coinciden en considerar que si la caja blindada hubiese sido construida de otro modo, con láminas que permitiesen disipar el efecto de los gases, la explosión no hubiese tenido el efecto devastador que todos lamentan. Esos mismos ingenieros se ofrecen para construir un nuevo carro.
Se solicita de la autoridad militar que designe a alguna persona del ejército con especiales conocimientos de explosivos para que no vuelva  a suceder que una nueva explosión cause tales percances. En la prensa, ingenieros civiles se ofrecen para construir un nuevo carro.

Al mes de la explosión, se celebra una velada en memoria de Abelardo Salvador en los locales que la Unión Familiar tenía en la calle Conde del Asalto 26,  donde intervino el Orfeó Barcelonés y se puso en escena la obra “Com el jonch” original del malogrado joven.

Poco después, en la sesión ordinaria del Ayuntamiento de Barcelona del 1 de septiembre de 1910, uno de los concejales solicita que el ayuntamiento exprese su gratitud a la Universidad Industrial por haber cedido uno de sus patios a los efectos de hacer pruebas sobre un nuevo carro.


Hay una foto en el Arxiu Municipal de Barcelona del año 1910 de un carro blindado que es posible que se trate del nuevo carro construido tras la destrucción .  En el interior de la caja se aprecian las láminas que los ingenieros que se expresan en la prensa señalaban como necesarias para minimizar el efecto expansivo de los gases. 


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